Promoción 2009


Hace seis años, cuando yo acababa de llegar al Centro y aún no era Cruella de Vil, comenzaban su vida en el IES. Los recuerdo bien como eran entonces: niños aún, inquietos pero todavía obedientes. Los recuerdo con cariño como fueron dos años después: chicos intrépidos de viaje a Nueva York. Los veo esperanzada como son ahora: jóvenes decididos con todo el futuro por delante...
Espero que nunca dejen de ser atrevidos y deseo que sus sueños se cumplan.
Elisa Martín Monteserín

Ye de cine


Ser de cine equivale a ser tan extraordinario que merece la pena darlo a conocer a todo el mundo y de cine es, sin lugar a dudas, la exposición de Fotopalabres de este año y de cine también lo hemos pasado contemplándola. En ella han sabido reflejar con acierto Berni y Paco el alma de todos sus actores además de la imagen que ofrecen de cara a la galería. De cine nos han hecho sentir a todos: como protagonistas y como espectadores.
Tantos segundos de auténtica inspiración, tantos minutos de dedicación detallista, tantas horas de trabajo exclusivo, tantas semanas de preparativos constantes, tantos meses de ardua labor, merecen algo más que unos cuantos días lectivos en nuestros pasillos. Espero que, siguiendo el ejemplo de algunas iniciativas acertadas, pronto las paredes desangeladas de nuestros tres edificios reciban el regalo de esos
Llectores 03, Bestiario d'Antroxu y Escritores 04, ¿Estudies, trabayes o qué? 05, Suaños de reciella 06, Espeyos 07, Semeyarte 08 y Ye de cine 09.

Elisa Martín Monteserín

Carmen Boullosa y Eugenio Rico (II)

Los alumnos habían trazado un semicírculo de sillas en torno a las escritoras. Se notaban los nervios de última hora y sólo se oía una palabra mil veces repetida: "¡Paco!". Y Paco se multiplicaba, repartiendo hojas e instrucciones.
El acto comenzó al fin. La lectura de textos de las autoras, acompañada de curiosas representaciones escénicas (en las que se jugaba con el libro convirtiéndolo en un móvil, un bocadillo, un bebé, una pastilla de jabón...), dio paso a las curiosas preguntas de los alumnos de 4º ESO, muy metidos en su papel. Ambas escritoras respondieron con humor y con desenvoltura a esas cuestiones. Y así descubrimos, por ejemplo, que Carmen Boullosa comenzó a escribir para sobrevivir, cuando murió su mamá y todo su entorno familiar y ambiental (al tiempo, México se transformaba en una enorme ciudad) cambió; y también que Eugenio Rico, que no está casada, se fue a Madrid en busca de trabajo pero pasa todo el tiempo que puede en Asturias y sueña con volver; entre otras muchas cosas interesantes, pero imposibles de reproducir en tan poco espacio. Con todo, me gustaría recoger aquí algunas de las hermosas palabras que nos dejaron antes de irse:
"La vida no alcanza para leer los libros que nos recomiendan los amigos."
"No creo que lo regional sea contrario a lo universal; al revés, creo que lo verdaderamente provinciano es buscar intencionadamente ser universal".
"Escribir no da para comer pero sí para cenar."
"Es más fácil escribir, si te ha dejado el mozo; es más fácil escribir de lo perdido, de lo que ya no tienes."


C. Boullosa y E. Rico

Carmen Boullosa y Eugenio Rico (I)

Carmen Boullosa
y Eugenio Rico


Todo comenzó de repente, el viernes 22 de mayo a quinta hora, el profesor Paco Ayala repartió unos textos a partir de los cuales los alumnos debían sacar conclusiones y elaborar preguntas, que luego iban a ser expuestas ante las escritoras.
Los alumnos no sabían qué hacer: todo se había realizado sin tiempo alguno. No sabían en qué orden salir, cómo actuar, qué decir antes de hacer las preguntas, eran un montón de incógnitas.
Por suerte, ayer lunes 25, a las 10:15 comenzó en el aula A-02 en el I.E.S de Villaviciosa la charla con las escritoras Carmen Boullosa y Eugenia Rico -la actividad organizada por el profesor Paco Ayala y llevada a cabo por los alumnos de 4º de E.S.O- y todo marchó sobre ruedas.
Durante la entrevista los alumnos distribuidos en distintos turnos leyeron textos seleccionados de las obras de las escritoras y los acompañaron de peculiares representaciones "teatrales", seguidas de una serie de preguntas tanto profesionales como personales. Las escritoras Carmen Boullosa y Eugenia Rico contestaron afablemente a cada una de éstas, entre las risas alegres del público y la música envolvente que conseguía un aire más relajado y más informal.
Durante los distintas intervenciones se pudo disfrutar de un ambiente prácticamente cómico, debido a la curiosa soltura que mostraron los alumnos a la hora de realizar las cuestiones.
La actividad finalizó con un fuerte aplauso a las escritoras que éstas les devolvieron amablemente. No obstante, los alumnos reaccionaron como lo haría cualquier alumno a cualquier hora de clase: a las 11:15 salieron a empujones por la puerta, con la típica avalancha que atraviesa corriendo los pasillos para llegar a sus respectivas aulas.

Por Marianni Sena Pérez - 4º-A

La crisálida


P.A.U.

La única vez que participé en una manifestación estudiantil -y, dicho sea de paso, me subí a una moto de gran cilindrada y conocí a las chicas del Instituto Femenino- fue cuando estudiaba COU, allá por los años 70. La razón: una protesta contra la ley de la Selectividad. No comprendíamos en absoluto el sentido de una prueba de acceso a la Universidad en la que te lo jugabas todo después de haber pasado tanto control, tanto examen y tantas pruebas en el Bachillerato. ¿Acaso no valían las notas que figuraban en nuestros expedientes? ¿Acaso se estaba poniendo en duda la calidad de la enseñanza que recibíamos o se estaba deslegitimando el control de calidad de la misma? El propio sistema se creaba sus propias trampas, se desdecía o se ponía en entredicho. ¡Sencillamente kafkiano! Y fuimos a la manifestación. Y no nos hicieron ni puñetero caso. Pero era normal: todavía faltaban 3 años para que el Generalísimo Franco la palmara y los jóvenes estudiantes éramos un cero a la izquierda, nunca mejor dicho.
Hoy, 37 años después, seguimos padeciendo el mismo mal que por aquel entonces nos aquejaba. Ahora se llama P.A.U. (suena a paz en valenciano o a jugador de baloncesto), pero sigue adoleciendo del mismo sinsentido, sólo que ahora multiplicado por tantos años de democracia y de presunto progreso pedagógico, por tanta L.O.G.S.E. futurista que luego, a la hora de la verdad, se convierte en más de lo mismo: el clásico, obsoleto y redundante libro de texto (que responde al pie de la letra al temario y al diseño curricular) y las imposibles calificaciones numéricas que reducen a una cifra el esfuerzo, la capacidad, la creatividad, el ingenio, la motivación y el aprendizaje integral del alumno. Desde luego, para este viaje no hacían falta alforjas, ¿no os parece?
Yo no sé qué tratan de medir con todo esto los sesudos asesores del Ministerio de Educación. Y menos aún, qué carajo de educación de saldo nos están vendiendo. Será, eso sí, otro negocio más de compraventa, otro entramado que se va encostrando en la piel de la sociedad y que cada vez resulta más difícil desmontar según se va articulando una tupida red de intereses creados.
Así que seguimos esperando al Mesías-Maestro. Hasta ahora sólo nos han acontecido falsos
profetagogos y ministros-anticristos. Mientras tanto, se van perdiendo no sólo cientos de puestos de trabajo cada día que pasa, sino miles de oportunidades de actualizar y modernizar sin demagogia el sistema educativo, de imbuirlo no ya de las nuevas tecnologías (otro día hablamos de la política falacia informática), sino de las nuevas (y no tan nuevas, pero todavía vírgenes) técnicas didácticas y corrientes psicopedagógicas.
Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?

Paco Ayala Florenciano

COBA y CASIOPEA

















Son mis animalitossssssssssssss.

La cobaya se llama Coba. Cuando le das lechuga, se pone sobre dos patitas para cogerla. Es tan lista que reconoce las voces de la familia.
La tortuga es Casiopea, pero la llamamos Casio para abreviar. Es una tortuga acuática. Cuando la dejas en el suelo, corre a esconderse: ¡y luego dicen que las tortugas son lentas!; otras no lo sé, pero la mía, desde luego, no.
Alicia Rodríguez Frutos 2º ESO-A

La crisálida


PÍLDORA

Mi padre, que era boticario, apenas tomaba medicamentos. Sabía que en su etimología yacía el significado de veneno y por eso prefería prepararse sus propias pócimas, sus propios remedios naturales (buen conocedor de la botánica y de la química). Casi nunca recurría a los fármacos artificiales envasados, etiquetados y publicitados por las multinacionales del ramo, pero inevitablemente los vendía a raudales bajo prescripción médica. Recuerdo perfectamente aquellos años de mi primera infancia (que ni fue ni es ni será la última) ayudándole a pesar polvos y extractos en la balanza para luego envolverlos en papel cebolla. O a medir en la probeta los mililitros justos para una dilución reguladora de las ganas de comer o que evitase la caída del cabello... En fin, otra farmacopea más artesana, más a la medida del farmacéutico y del paciente, más humana en realidad.
Hoy, a propósito de la polémica píldora del día después -para unos anticonceptiva, para otros abortiva- me vuelven a la memoria estas dos maneras también de entender la farmacia. Para mí, lo auténticamente problemático de todo este asunto no es ni su liberalización a partir del mes de agosto (mes propicio, dicho sea de paso, para la actividad sexual), ni el hecho de que sea accesible a menores de edad sin necesidad de pasar por la consulta del facultativo, ni el dilema moral enunciado antes sobre si es o no de índole abortiva, pues -siempre según mi criterio- este tema es de exclusiva competencia decisoria de la madre, sea cual sea su edad. Lo realmente preocupante es el uso indolente, inconsciente e inconsecuente de la farmacología sintética, bajo el control omnímodo de las marcas industriales. Como si el remedio a todos los males que padece el ser humano fuese tan sencillo como tomarse una píldora multicolor, o ingerir un jarabe edulcorado y vistoso, o inyectarse una vacuna salvífica. Y no hablo ya de los efectos secundarios, esos que figuran con letra pequeña en el prospecto que casi nadie lee y que los hay siempre, aunque sea a largo plazo, sino de los efectos psicológicos que debilitan la voluntad, la desvirtúan y la hacen dependiente de la tecnología, de los laboratorios-emporios convertidos en pingües negocios a costa de la salud o, mejor dicho, de la enfermedad, que es de la que realmente se enriquecen.
Llegamos, una vez más, a la raíz y causa del problema: la educación. Sólo una educación clara, laica, realista y ética en las prácticas y hábitos sexo-saludables es verdaderamente efectiva y preventiva de males aparentemente menores pero que luego derivan en mayores, en desequilibrios psicosomáticos para los que difícilmente hay cura y mucho menos con pastillas.
Y vuelvo al ejemplo de mi padre: estos medicamentos, sólo en casos extremos, sin abusar, sin disponer de ellos a la ligera, como si tal cosa, como si tomar una píldora fuese lo normal y cotidiano para calmar nuestra angustia existencial, mucho más profunda, para cuyo remedio disponemos de un botiquín sutilmente incorporado al flujo de energía que transita por todo nuestro cuerpo, vigoriza el alma y hace discurrir la mente. Sólo es cuestión de encontrarlo, abrirlo y usarlo: produce efectos primarios, no inmediatos pero sí eternos, está perfectamente adecuado e indicado y constituye un recurso sostenible e inagotable.

Paco Ayala Florenciano

La crisálida


HAY FESTIVAL


Se está celebrando estos días en Granada el Hay Festival La Alhambra, un pretexto para el encuentro del público lector con autores de la talla, por ejemplo, del escritor turco Orhan Pamuk, y a imitación de otros Hay Festival (Segovia, Cartagena de Indias) cuyo origen reside en el que desde hace 20 años se viene celebrando en el pequeño pueblecito de Gales Hay-on-Way, que cuenta con tan sólo 1.500 habitantes y con la hiperbólica cifra de 41 librerías organizadas temáticamente y a las que, al menos una vez al año, acuden cientos de personas venidas de todo el mundo para disfrutar del arte literario en la que ha venido a llamarse “ciudad de los libros”. Tan real como fascinante.

Y, como decía, a este genial invento se ha sumado la mágica, políglota y cosmopolita ciudad de Granada. Imagino a estos magos de la palabra paseando por las bellísimas estancias del inigualable palacio nazarí, asomándose a las celosías y ventanas que dan al Albaicín, dejándose hechizar por sus arabescos y los versos inscritos en las paredes. Más sensaciones, imágenes y palabras para escribir el texto infinito del cosmos; más palabras para engendrar más palabras que alumbrarán, a raíz de esta visita, los creadores del verbo hecho relato o poema. Creced y multiplicaos. O multiplicar la iniciativa para acrecentar el número de lectores y engrandecer la verdadera cultura del pueblo, depositaria de la más sofisticada tecnología que ha producido la mente humana: la escritura, el poder de imaginar y crear, mediante signos lingüísticos, nuevos mundos tan vivos -puede que más- como el real en que vivimos.

E imagino también -¿por qué no, ya puestos?- un Hay Festival en pequeñas ciudades como Villaviciosa, un evento tan insólito, tan sorprendente, tan utópico como para sacarnos del tedio impasible de los años, del destino inexorablemente anunciado de inmovilismo y cementerio. ¿Imaginas tú también? Sus calles pobladas de librerías de todos los colores -ahora que tanto negocio se abre y se cierra-. La Casa de Cultura, el Teatro Riera, los Salones de Actos de las instituciones públicas y privadas, dando albergue a foros y tertulias literarias, conferencias, recitales, lecturas, actuaciones diversas... Todo en torno al universo literario, a sus artífices y a sus editores. Feliz propaganda, no como la que milagrosamente nos van a erradicar de la televisión estatal. Feliz estampa. Feliz pueblo que gozaría de tal privilegio ya irrenunciable.

Y como estoy convencido de que las palabras abren, descubren, inventan y hacen posible lo que parece imposible, por eso escribo estas letras, como voz que clama en el desierto, como grano de mostaza que, ¡quién sabe!, a lo mejor prende y enraíza y crece y fructifica.

Paco Ayala Florenciano

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La crisálida


Ensoñaciones

Dice Miguel Rojo -sí, nuestro Miguel Rojo, profesor de este Instituto y escritor, buen escritor además- en la revista nº 13 de Biblioasturias que sus abuelos de Zarracín (Tinéu) eran, más que campesinos, ávidos lectores de poesía y de novela, y que su padre, más que guardia civil en Puente de los Fierros, era otro gran entusiasta de la literatura francesa, y que de ahí le viene a él este amor genético y ciego por las letras. Bueno, esta es la historia que nos cuenta durante todo el artículo y cuya realidad desvela y desmiente en el último párrafo. A decir verdad, sin conocer de antemano las claves del texto, uno empieza a creerse la fábula -como dócil lector acostumbrado, a cambio del disfrute, a someterse a los dictados de la ficción por muy inverosímil que parezca- y, en cierto modo, hasta se siente molesto cuando el autor le despierta de sopetón y le dice que todo ha sido un sueño, que la realidad fue otra bien distinta y prosaica y que su oficio de escritor es fruto de un azar ilógico e inescrutable. Bueno. Estoy seguro de que si indagase más profundo en su inconsciente memoria hallaría los resortes que impelen sus dedos a usar la pluma o el teclado, la causa primogénita de su imaginario verbal, el origen esencial de su especie literaria.
Y ahora hablo por mí. Mi padre sí era -hasta un mes antes de su muerte- un empedernido lector de toda clase de libros. Lo recuerdo leyendo en su sofá, y siempre antes de acostarse. En la lista de recados que apuntaba antes de ir a la capital, siempre incluía un par de libros al menos. Cada vez que salíamos de excursión, nos obligaba a todos los hermanos a escribir una crónica del viaje (conservo varios cuadernos con mi tierna caligrafía de 9 años) y era insistente su encargo de que le escribiéramos cartas cuando salíamos varios días de viaje o residíamos lejos del hogar (conservo también un extenso legado de sus cartas autógrafas). Pero, a pesar de haber gozado de un ambiente familiar idóneo para ser yo también escritor (lector siempre lo he sido, especialmente por haberme criado sin televisión y con cine sólo ciertos domingos), creo que no fue precisamente esto lo que me ha conducido después a componer poesía o artículos de opinión o mis recientes performances. Los ancestros de mi fantasía creativa he de buscarlos, más que en el entorno favorable que ya he descrito, en la percepción íntima y peculiar que he tenido del mundo, en una capacidad -no sé si innata o ignotamente adquirida- para descubrir destellos imperceptibles u ocultos tanto en las personas como en las cosas, en experiencias impresas con tinta indeleble en mi espíritu: una noche en la sierra bajo las estrellas; la voz dulce y sensual de mi amada que no me amaba; conversaciones inagotables más allá de las propias palabras con mi amigo del alma, con quien sigo dialogando sin verle, sin hablarle; erecciones capilares, estremecimientos sensitivos que me sobrevienen ante ciertos aromas y colores...
Hay algo de especial -y de común a la vez con nuestra especie-, compañero Miguel, en nuestra sinapsis neuronal, una especial hiperestesia emocional y fisiológica que nos determina y aboca a la urgencia de expresar con palabras -imaginarias las más, rutinarias las menos- el universo interior que bulle en toda la extensión de nuestro ser y que se derrama incontenible en líneas, en versos, en actos, para entrar en contacto con otros universos, con otros seres semejantes que nos vean, y nos lean, y nos comprendan, y nos amen.
Paco Ayala Florenciano